Las Jaulas de Yair (3)

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La niebla, de color anaranjado por el atardecer, acabó por desaparecer. Las olas rompían al llegar a la orilla creando su característico sonido. El aire estaba algo húmedo pero muy limpio, con un olor muy agradable. En la orilla, con las olas llegando hasta sus pies se encontraba una chica, de pie, mirando al mar. Ésta era muy joven, casi una niña, su pelo y su vestido, ambos blancos, ondeaban con el viento. Su mirada se mantenía perdida en el horizonte y no se movía ni un ápice.

Una sonrisa se dibujó sobre la cara de la chica antes arrodillada. Esta se había bajado la capucha, dejando ver un rostro muy hermoso. Su pelo moreno caía por sus hombros, el atardecer se reflejaba en sus ojos castaños. Delgados labios que tenían un color rosado y estaban algo cortados. Su pálida piel parecía brillar a causa del agua. Una cara que no encajaba con sus rotas ropas.

-¡Al fin! Mi voz, no podía soportarlo más-dijo mirando a los otros dos sujetos-Diría que esto es un sueño, pero mi mente sería incapaz de crear una pesadilla tan horrible.

-¡¡Aaaaaah!!¡La sal, escuece!-Gritó el mago-¡Seldron, rápido usa un sello!

Seldron, el caballero del bastón se levantó de la arena mojada y fue corriendo hacia el. Agarró su cabeza con la mano, esta comenzó a vibrar y un extraño ruido resonaba dentro del casco, como si sus huesos y su carne estuviesen moviéndose en su interior. Tras unos segundos apartó la mano. El mago cayó de rodillas al suelo.

-Gracias, mucho mejor.

La chica se levanto y caminó hacia los otros dos, los cuales estaban quietos, mirándose sin mas.

-Vosotros ¿Qué sois?-Dijo titubendo.

-Seldron, el sueño interactua ¿Le seguimos el juego?

Seldron alzó su mano, unas letras de fuego se formaron ante ella, chispeando y desapareciendo unos segundos después. ‘’No creo que forme parte del sueño’’.

-¿Cómo te llamas, niña?

-Milena, mira, voy a dejar las cosas claras, no quiero conoceros, iré con vosotros hasta que encuentre la manera de salir este sitio.

-De este sueño-Respondió el mago del yelmo-No tenemos nada que temer, no es la primera vez que nos enfrentamos a un sueño. Lo único que no debemos hacer es buscar más gente.

A pesar de que el yelmo del mago estaba lleno de agua este no se lo quitó

-¿Qué ha sido eso?-Preguntó Milena

-Seldron no puede hablar, evidentemente. Usa el metal de su bastón, fundiéndolo para que brille.

Seldron volvió a escribir letras con su mano.

-¿Qué dice?

-Que esto no es un sueño. Esto empieza  a inquietarme. Seldron no suele equivocarse, tal vez si que deberíamos marcharnos de aquí.

-¿Y esa chica? No sé quién es pero parece perdida, no para de mirar al mar.

-Iré a hablar con ella

-¡Espera! ¿Tu nombre?

-Fausten, conocedor del camino-Dijo con un tono orgulloso mientras se acercaba a la chica-Oye ¿Estas perdida? Puedes venir con nosotros, vamos al pueblo más cercano, tal vez allí estén tus padres. ¿Me estás escuchando?

Seldron se acercó a ella y la observó de cerca y con detenimiento. Había algo raro en sus ojos, el reflejo no era el atardecer que tenía delante si no una noche estrellada.

Seldron pidió a Fausten que esperasen a la noche. Apenas media hora después el sol ya se había puesto. Milena estaba impaciente por buscar un refugio donde esperar a que amaneciese pero decidió obedecer a Seldron, algo le decía que sabía lo que hacía.

Cuando el último rayo de sol se escondió se hizo un silencio durante unos segundos. Estaban expectantes, esperando a ver que planeaba Seldron, el cual, solo observaba a la chica.

Segundos después, la chica se arrodilló y permaneció inmóvil, apoyó sus manos en el suelo y unos extraños bultos comenzaron a surgir de su espalda, bajo el vestido. El vestido se estiró hasta rasgarse dejando su espalda al aire. Su piel se atirantaba y movía, como si algo la empujase desde debajo. La chica ahora tenía los ojos cerrados y una cara inexpresiva. La piel de su espalda acabó por abrirse, dejando dos orificios de los que comenzaron a surgir poco a poco dos alas negras. En lugar de sangre era barro lo que salía de sus heridas. Giró su cabeza hacia Seldron y abrió sus ojos, los cuales estaban blancos, sin pupila. Acto seguido se puso en pie. Un olor fuerte provenía ahora de la chica, tanto que notaban como les quemaba la garganta. Aquella era una extraña imagen, las grandes alas negras, el barro saliendo de las heridas y unos ojos blancos que parecían clavados en ellos.

Seldron agarró su arma rápidamente y la moldeó para convertir uno de los extremos en una punta afilada. Intentó golpear con ella pero la chica se escabulló dando un salto hacia arriba. Ahora estaba suspendida preparándose para caer en picado sobre ellos. Se lanzó hacia ellos tan rápido que apenas podían verla. Fausten alzó su mano derecha y una mano gigante de arena apareció frente a ellos. La mano fue destrozada pero consiguió frenar a la criatura, la cual empujó a Seldron lanzándolo por los aires. Este cayó de pie y sin apenas un rasguño. Comenzó a correr hacia ella y a elevarse formando un camino de arena bajo sus pies. Fausten formó otra mano que agarro a la chica por los pies y la arrastro hacia abajo. Entonces Seldron salto con su bastón y cayó sobre la criatura, clavando su arma en su pecho.

Todos retrocedieron y la chica quedó tirada en la playa, aun sin derramar una gota de sangre. Sus alas se separaron de ella y el viento se las llevó hechas ceniza. Sus heridas se cerraron, sus ojos volvieron en si y adopto una pose normal.  Se sentó frente a ellos y bostezó.

-Perdonadme. No es la primera vez que me pasa esto.

-¿Esto?-Dijo Fausten

-Si, lo siento. Estoy encerrada en esa cosa desde que tengo memoria.

-Seldron, parece que alguien ha sellado a esta chica. Eso demuestra que esto no es un sueño ¿Dónde diablos estamos?

-La eterna pregunta. No vais a encontrar respuesta, simplemente, no la hay. Aun así me alivia que me hayáis liberado de mi jaula. Volveré a ser enjaulada al amanecer, pero agradezco poder descansar un poco. ¿No sabéis donde ir, no es así?

-Mmm si, así es.

-Bien, si seguís hacia el norte llegaréis a Carban. En el distrito negro hay una posada llamada ‘’El Guante Blanco’’ Decidle al posadero que vais de parte de Aela.

-Menos mal, no estamos solos aquí-Dijo Milena

-Espera Milena, que vamos a hacer con ella. ¿Estarás bien aquí?-Preguntó Fausten.

-Claro, de hecho, me gustaría que os fueseis cuanto antes, no puedo dormir dentro de la bestia y me gustaría descansar mientras el sello esté roto. Que os vaya bien-Sonrió mientras se despedía de ellos, con los ojos entrecerrados por el sueño.  

Los tres se alejaron de la playa hasta llegar a unos prados. En ellos había un camino que subía hacia el norte, el cual siguieron. Tras un rato de andanza Milena comenzó a quejarse.

-Espero que no falte mucho para llegar a ese pueblo.

-Carban-Respondió Fausten, corrigiéndole.

-Si, a Carban.

-¿Cómo es posible que ya estés cansada? Apenas hemos andado unas horas.

-Yo llevaba todo el día trabajando antes de caer en este sitio, a diferencia de vosotros, que probablemente os pasáis todo el día en alguna taberna, bebiendo y vagueando.

Fausten ignoró lo que Milena decía.

-No, no es solo eso. No solo has andado poco sino que no has empuñado tus armas en el combate. Tampoco pareces una cazadora, esa piel y ese pelo tan cuidado, incluso hueles bien. No sé que eres pero no una cazadora, de eso estoy seguro.

-¡¿Pero qué estás diciendo?! Apuesto a que incluso en mi peor día podría venceros, a ti y a cien como vosotros.

-Eso habría que verlo, sabes acaso sacar ese arco, o disp…

-¡Ya basta! No quiero hablar más con vosotros, cuando lleguemos a Carban nos separaremos.

Milena aceleró su paso poniéndose unos metros más adelante. Unas horas más tarde llegaron a unas grandes escaleras. Cientos de escalones que llevaban a lo alto de una montaña.

-Aah-Suspiró milena-Ahora esto.

-Vamos ¿No llevas siendo cazadora durante tantos años?-Respondió Fausten con sarcasmo-Estas escaleras no serán nada para ti.

-¿No podríamos usar la magia para subir? Usemos una de esas manos.

-Usar la magia acaba cansando, no voy a desperdiciar mis fuerzas para subir unas escaleras.

Todos comenzaron a subir las escaleras. Milena quedo un poco por detrás de Fausten y Seldron. Al llegar a la cima de la montaña contemplaron Carban. Una majestuosa y gran ciudad que se extendía hasta casi el horizonte. Llena de pequeñas luces y con un enorme castillo en su extremo Oeste, junto al océano. Docenas de torres por toda la ciudad con decenas de guardias vigilando el interior y exterior de los muros. Parecía estar dividida en zonas, las cuales estaban rodeadas por murallas.  Milena llego a la cima unos minutos después, exhausta y agotada.

-Esto…es precioso-Dijo entrecortada y respirando con fuerza.

-Bien, ahora bajemos, solo quedan unos kilómetros.

Tras unos minutos de bajada y caminata llegaron a los portones de Carban los cuales estaban fuertemente vigilados. No solo había una fila de guardias en la puerta, arqueros vigilaban desde las murallas listos para disparar sus flechas.

-¡Alto!-Dijo uno de los guardias.

-Somos recién llegados-Respondió Fausten.

-¿Santo y seña?

-He dicho que somos recién llegados, no sé el santo y seña.

-No puedo dejaos pasar si no me lo dices.

-Mierda, esa chica no nos dijo nada de esto, tal vez podamos volver y preguntarle antes de que amanezca.

-Volverás tú solo-Respondió Milena enfadada.

Seldron toco la espalda de Fausten para llamar su atención y volvió a escribir algo en el aire. ‘’El único camino a la…’’

-La chica de negro. Si, ella nos dijo algo. El único camino a la libertad aquí es la locura, aceptad a Yair y aceptaréis el conjunto, solo así encontraréis la paz, pues él destino está sellado antes de empezar.

                                                                   

-¡Abrid las puertas! Sean bienvenidos a Carban. 

 

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asimaes's avatar
Esto engancha xD