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Mejoras!

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Al fin veo un poco de mejora en los dibujos que hago últimamente. Debido a ciertos sucesos que han pasado recientemente en mi vida, he recuperado bastante las ganas de dibujar y sobretodo, la inspiración. A dibujar! 
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Estancado

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Últimamente por mas que dibujo, nunca estoy realmente contento con mis dibujos, cosa que me esta estresando mucho. No se si será una mala temporada, pero la verdad es que está durando muchísimo. Espero no quedarme estancado y seguir mejorando. 

Por otra parte, me siento bastante dejado de la mano de dios a la hora de compartir mis dibujos, apenas conozco comunidades de artistas o no estoy muy metido en ellas por lo que apenas recibo opiniones de mis dibujos y esto me esta haciendo el camino un más difícil. 

Espero ir conociendo nuevos artistas, y poder compartir mi trabajo con ellos :3 Si sois artistas y queréis preguntarme dudas o simplemente hablar, no dudéis en contactarme. 
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El Celador soltó con cuidado a la chica, la cual estaba inconsciente. Golpeó el suelo con su bota metálica, rompiendo las tablas de madera del suelo y haciendo temblar toda la habitación. Un pequeño cascabel sonó al sacar la bota del agujero que había hecho. Tras el sonido del cascabel, otro Celador entró atravesando la ventana.

Fausten comenzó a leer el libro y a susurrar en voz baja, mientras Seldron convirtió su bastón en una bola metálica que giraba a su alrededor.

El primer Celador comenzó a correr hacia Fausten, pero Seldron lanzaba su bola una y otra vez contra él, cortando su paso. Cuando alguno de los dos Celadores intentaba acercarse era golpeado por la bola y en caso de que atacasen a la vez, Seldron dividía la esfera.

Uno de los Celadores sacó una jeringuilla de una bolsa en su cinturón. La inyectó en su cuello y la tiró contra la pared. Volvió a avanzar hacia Seldron soportando perfectamente sus ataques.

Seldron movió sus manos en dirección al enemigo, atrayendo todos los muebles que había en la habitación y golpeándolos hasta sepultarlos. Ambos quedaron bajo la montaña de sillas y mesas. Tras unos instantes de silencio, uno de ellos consiguió salir a una increíble velocidad.

Saltó sobre Seldron y lo apuñaló en el pecho con unas enormes tijeras. Un grito se escuchó bajo las costuras de su boca, las cuales tomaron un color amoratado y se estiraron, como si Seldron hubiese intentado abrir la boca con todas sus fuerzas.

Seldron cayó de rodillas al suelo. El Celador se dispuso a continuar hacia Fausten pero Seldron, agarrando sus botas con las manos, lo unió al suelo fundiéndolo. Sin embargo, de las hendiduras y agujeros que se formaron no salía más que barro y no mostraba señales de dolor.

El susurro de Fausten dejó de escucharse y una nube de polvo negro los envolvió. Cuando esta se disipo el conjurador y los Celadores se habían desmayado.

Despertaron en una habitación pequeña, parecida a la taberna pero a una menor escala. Fausten ya no estaba allí pero su susurro seguía escuchándose, viniendo de todas las esquinas de la estancia.

La habitación empezó a encogerse, comenzando a aplastar a los dos Celadores. El barro salía a la superficie, ahora que su piel estaba siendo estrujada. El crujir de sus huesos y el susurro eran ahora el único sonido que podían escuchar. La habitación volvió a su tamaño original en un par de segundos, formándose ahora con una puerta en una de sus paredes. Al otro lado, un enorme perro negro que usaba sus patas y sus afilados dientes a la vez que gruñía, obligando a los Celadores a quedarse pegados a un lado de la pared..

El techó se agrandó unos metros y de él  surgieron dos grandes hachas que oscilaban. Viendo su inminente muerte las criaturas comenzaron a luchar contra el perro intentando escapar de allí. Las hachas terminaron por llegar a ellos, cortándolos en pedazos. Toda la estancia se esfumo entonces, convirtiéndose de nuevo en humo y devolviendo a Fausten a la realidad. En la taberna todos estaban a su alrededor, observándolo.

-Hecho-Dijo Fausten.

-¿Ya está? ¿No van a volver?-Preguntó el tabernero, que ya se había recuperado.

-Así es, es imposible que vuelvan a moverse, sus mentes están destrozadas, será mejor que os deshagáis de los cuerpos.

Cuando varios de los trabajadores de la taberna intentaron coger los cuerpos estos se disolvieron, dejando solo un poco de barro en el suelo.

-¿Qué eran, esas cosas?-Preguntó Milena.

-Son los Celadores, o así los llaman-Respondió el tabernero-No se sabe si trabajan para el reino pero estamos obligados a dejarles hacer su trabajo. Cuando alguien enferma de gravedad ellos aparecen y se lo llevan. Nunca más se vuelve a saber de ellos.

-Entonces, su hija ¿Está enferma?-Dijo Fausten.

-Así es, hace ya unos días que cayó enferma. No sé qué será pero si no mejora pronto será la fiebre la que se la lleve en lugar de los Celadores.

-Tal vez podría echarle un vistazo, tengo conocimientos médicos.

Fausten fue hacia la chica, la cual permanecía tumbada en el suelo de la taberna. Cuando se acercó a ella observó detenidamente, era una chica joven,  pelirroja. Ésta sudaba y estaba algo amarillenta. Había algo especialmente raro en ella, su piel, se estaba volviendo negra en algunos lugares.

-Que extraño, nunca había visto algo como esto. Tal vez Seldron sepa de qué se trata. ¡Seldron! Un momento… ¿Y Seldron?

-Fue a vuestra habitación cuando tú te desmayaste.

Fausten fue deprisa hacia la habitación. Al abrir la puerta encontró a Seldron tumbado en una de las camas. Su cuerpo se estaba disolviendo y un enorme agujero había surgido en la herida de las tijeras, dejando ver sus órganos. El dolor podía verse en su rostro y su boca estaba aun más amoratada. Fausten buscó corriendo frascos medicinales en su bolsa y comenzó a verterlos sobre la herida de Seldron, pero este se disolvía cada vez más rápido.

-¡¿Qué te pasa?!¡Vamos Seldron, tienes que saber qué es esto! ¡¿Qué hago?!

Seldron  levantó su dedo y comenzó a escribir. Pero su dedo y el resto de su cuerpo acabaron por disolverse sin dejar rastro.

-¡Mierda! ¡Mierda Seldron! Maldito imbécil.

Todas las campanas de la ciudad comenzaron a sonar y de nuevo, un temblor azotó toda la ciudad. Los allí presentes corrieron a la calle.

                           

Una enorme nube cubría la ciudad,  privando de la luz a toda la ciudad. Un gigantesco péndulo dorado surgió de ella y comenzó a girar sobre la ciudad, en círculos. 

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Milena y Fausten durmieron unas horas sin interrupciones mientras que Seldron daba cabezadas de diez minutos, vigilando y manteniéndose alerta constantemente. A la madrugada Fausten ya se había despertado pero Milena seguía dormida.

-Milena, vamos despierta-Dijo Fausten mientras la azuzaba.

Este se percató de algo extraño en ella, asombrado miró a Seldron.

-Seldron, sus orejas, mira-Dijo apartando el pelo de Milena.

Las orejas de Milena estaban agarradas por un hilo y hechas un nudo. Fausten deshizo el nudo y sus orejas saltaron a su forma original, sobresaliendo mucho de su pelo, orejas de elfo. Milena giró la cabeza lentamente hasta ver que hacía Fausten.

-¡Eh! ¡Quieto!-Gritó Milena saltando de la cama y corriendo a una de las esquinas de la habitación.-Por favor, por favor, no me hagáis nada, me iré por donde vine. De verdad, mira, ya me marcho-Dijo mientras caminaba apresurada hacia la puerta.

-Espera-Dijo Fausten tajantemente.

Milena cerró los ojos y respiro profundo intentando aguantar sus lagrimas.

-¿Eres una elfa?

-Sí-Respondió titubeando.

-Entonces, nos mentiste, ven aquí y siéntate.

-No.

-No vamos a hacerte nada.

-No es la primera vez que me dicen eso, no voy a fiarme de vosotros.

-¿Y qué íbamos a hacer? ¿Crees que tenemos pinta de asesinos o de violadores? No es la primera vez que vemos un elfo, no te preocupes.

-¿De veras?

-Claro, siéntate vamos-Dijo Fausten con un tono calmado y amigable.

Milena se dio la vuelta y sonrió mientras se secaba las lagrimas a punto de caer por sus mejillas.

-Gracias-Dijo mientras volvía a la cama,

Fausten se sentó con Seldron en la cama junto a la ventana y Milena frente a ellos.

-Milena, cuéntanos la verdad ¿Quién eres? Porque está claro que no una cazadora.

-Me escapé de mi ciudad para probar nuevas experiencias. No sabía que los elfos eran objetos fuera de mi reino.

-¿Y dónde has estado escondida hasta ahora?

-Llevo viviendo dos años con un anciano que vivía en el bosque, a él no parecía importarle que fuese una elfa. Me enseñó a usar el arco y a combatir, aunque nunca he luchado contra personas, solo he cazado animales.

-Entiendo que nos mintieses.

Mientras Milena y Fausten hablaban, Seldron buscó en la bolsa, sacando esta vez una jeringuilla y clavándosela en el brazo.

-¿Qué es eso?-Preguntó Milena.

-Es mana, el no puede comer así que necesita eso una vez a la semana. Lo fabricaban en el ejército, todos los Magos Sagrados debían tomarlo.

-¿Y porque él tiene la boca cosida y tu no? ¿Ambos sois magos no?

-Así es, ya sabrás que a cualquier mago que no nace en El Reino de los Cielos se le cose la boca para impedir que conjure hechizos de alto nivel. A los magos que vamos al Ejército Sagrado nos abrían la boca y para poder servir en las filas. Sin embargo hay algunos magos cuyo poder podría poner en peligro la integridad del ejército, estos son los llamados Magos Sagrados. Apenas había una decena y la mitad han muerto y la otra mitad han desertado. Su boca no solo esta cosida, se la sellaron al alistarse así que no podría abrírsela ni aunque quisiese.

-Pobre…entonces, pertenecéis al ejercito. Nunca había visto magos, aparte de los magos de Aetherium, que solo usan su magia para sanar.

-En realidad todo el mundo puede practicar conjuros básicos si conoce los textos, algún día yo podría…

De repente un estruendo se escuchó en el salón de la taberna. Todos fueron corriendo hacia allí. Al abrir la puerta vieron al tabernero Belror y a todos sus empleados amontonando mesas y sillas en la puerta.

-¡Ayudadnos! ¡Vienen a por ella!-Les grito Belror

Todos corrieron hacia allí y ayudaron a amontonar más muebles y a tapar las ventanas.

-¡¿Qué ocurre?!¡¿Quién viene a por quién?!-Preguntó Fausten mientras ayudaba.

-¡Los celadores, quieren llevarse a mi hija!

-¡¿Quiénes son los celadores?!

-¡No hay tiempo para eso! ¡Van a entrar!

Algo comenzó a golpear la puerta haciendo que casi se saliese del marco.  Cada vez que golpeaban se escuchaba un enorme estruendo, una nube de polvo salía de la puerta, toda la taberna temblaba y las sillas amontonadas comenzaban a caer. Finalmente la puerta se partió en mil pedazos, creando una humareda que no dejaba ver bien que había al otro lado.

Una enorme figura entró por la puerta. Apenas cabía por ella, tanto de alto como de ancho. Una criatura vestida de negro. Llevaba un sombrero de copa y una máscara de galeno con un largo pico. Bajo la máscara podía verse una piel grisácea. Todo su cuerpo estaba tapado por una gabardina llena de correas que colgaban. Bajo esta asomaban dos enormes botas metálicas.

El Celador estuvo unos segundos observando a los allí presentes. Camino hacia ellos, los apartó y pasó de largo. Sus pisadas retumbaban por toda la estancia, haciendo crujir el suelo y levantando polvo.  Se dirigió escaleras arriba. Todos se mantuvieron quietos, sin saber qué hacer. Apenas un minuto después éste bajó con una chica en los brazos.

-¡Mi hija!-Gritó Belror-No permitiré que te lleves a mi otra hija, jamás, aunque me cueste la vida.

Belror fue corriendo hacia el Celador y le propinó varios golpes con toda su fuerza en el estómago, el cual ni se inmutó. Tras esto agarró a Belror del pecho y lo lanzó contra la pared, dejándolo casi inconsciente e inmóvil.

El Celador continuó andando hacia la puerta, pero algo se interpuso en su camino antes de llegar.

Fausten estaba en la puerta, sentado en una de las sillas, mirando al espaldar.

-Ha dicho que no te vas a llevar a su hija ¿Es que no lo has escuchado?-Dijo mientras cerraba la puerta

Agarró su mano derecha y saco un libro de su bolso mientras que con su mano izquierda abrió las vendas que tapaban su boca, dejando ver su terrible herida y una boca sangrante.

                                               

-No eres la única bestia aquí-Articuló escupiendo la sangre de su boca y esbozando una inquietante sonrisa sin labios.

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Cap 2-El Distrito Negro

El gran portón de la ciudad se abrió lentamente, tras él filas de guardias vigilaban atentamente sus pasos. Apenas unos segundos después de cruzar la entrada la cerraron rápidamente. Un par de guardias estuvieron siguiéndolos durante un rato, hasta que creyeron que no suponían una amenaza. La ciudad estaba muy bien cuidada, sus suelos estaban asfaltados, tenían farolas de aceite y las casas conservaban a la perfección su pintura y su madera. Los edificios eran altos, con muchas ventanas y tejados de teja. Prácticamente no había diferencia entre unos edificios y otros por lo que parecía que las calles estuviesen formadas por enormes casas. Las calles eran estrechas pero resultaban acogedoras, con apenas callejones y bien iluminadas.

Aunque la entrada de la ciudad era bulliciosa y estaba llena de mercaderes preparando sus carros listos para salir de la ciudad al amanecer, al adentrarse un poco más en la ciudad apenas había gente en las calles. Intentaron acercarse a uno de los habitantes que se encontraba bebiendo en un portal pero éste salió corriendo asustado cuando los vio.

-¿Qué pasa aquí? Parece que nos teman-Dijo Fausten.

Se acercaron a un señor mayor sentado en un banco a uno de los lados de la calle.

-Señor ¿Podría indicarnos donde se encuentra el ''Distrito Negro''?

-Estáis en él ahora mismo-Respondió el anciano.

-¿Y la posada ''El Guante Blanco''?

-Seguid recto por esta calle y girad en la tercera esquina a la izquierda, veréis el letrero así que no tiene pérdida. Qué diablos, iré con vosotros, hace siglos que no veo a ese idiota de Belror. Seguidme.

El viejo comenzó a caminar lentamente hacia la posada.

-¿Qué hacéis por aquí forasteros?

-¿Cómo sabe que somos forasteros?-Respondió Milena.

-Cualquiera en esta ciudad sabe dónde está El Guante Blanco, a no ser que sea uno de esos nobles de piel de porcelana.

-Digamos que somos recién llegados, no sabíamos a donde ir y nos recomendaron esa posada-Dijo Fausten, intentando no dar más información de la que debía.

-Así que os han recomendado la posada ¿Alguien fuera de estos muros? ¿Un mercader quizás?

-Sí, un mercader.

-¿Y qué vais a hacer aquí?

-Señor, está usted preguntando demasiado, lo que hagamos o no aquí no le inmiscuye.

-Tienes razón muchacho, un viejo cotilla como yo ya no sabe que decir para matar el tiempo. Esa de ahí es la posada-Dijo mientras la señalaba-Que os vaya bien.

-Gracias señor.

La posada tenía unos grandes ventanales afuera y el símbolo de un guante grabado en la puerta.

-El Guante Blanco se encuentra en el Distrito Negro ¿No resulta irónico?-Dijo Fausten mientras entraban.

Su interior era enorme y estaba lleno de gente bebiendo, gritando y riendo por todas partes. Todas las mesas estaban ocupadas e incluso había gente de pie. La sala estaba dividida en tres partes, una de ellas estaba llena de guardias fuera de servicio, otra de mercenarios y el resto de simples borrachos que iban a pasar el rato.

-Vamos a la barra y preguntemos por el posadero.

Todos se acercaron a la barra, pasando entre los borrachos que saltaban y gritaban. Más de uno intentó manosear a Milena, la cual se apartaba como podía. Al llegar a la posada preguntaron por el posadero. Uno de los sirvientes fue a llamarlo. Un tipo grande y fuerte fue hacia ellos desde el final de la barra. Éste tenía una sonrisa e iba saludando y hablando con todos los que allí estaban mientras caminaba.

-Belror, el posadero, para serviros ¿Qué deseáis?-Pregunto con una sonrisa.

-Venimos de parte de Aela-Respondió Milena.

Cuando el posadero escuchó aquel nombre, su sonrisa se borró de su rostro.

-Venid conmigo-Les dijo mientras salía de la barra dirigiéndose hacia una puerta a la derecha del salón.

Le siguieron hasta una pequeña habitación con dos camas, iluminada por una vela y una ventana, por la cual entraba la luz de la calle.

-Sentaos.

Tomaron asiento en una de las camas.

-Os envía Aela, así que la habéis liberado ¿No es así?

-Sí, así es, ella nos dijo que viniésemos-Dijo Fausten.

-Os lo agradezco, veréis, yo soy su padre.

-¡¿Su padre?! ¡¿Así que ella no es un simple demonio?!-Grito Milena

-Sssshh, baja la voz. Así es, yo soy su padre. Ella era una chica normal antes de llegar aquí hace 20 años. Pero tras unos meses desapareció sin dejar rastro. Alguna gente aseguraba haber visto a una joven en el mar así que fui para ver si era ella y sí, allí estaba. Me atacó y tuve que matarla, a mi propia hija. Tras eso pude hablar con ella y me contó que no recordaba nada, ni siquiera sabía que yo era su padre. Le dije que me enviase a toda la gente que la liberase, han sido casi una docena en todo este tiempo.

-¿Y no has tratado de liberarla de su maldición?

-Hice todo lo que pude pero es imposible, incluso pasé los muros del distrito dorado para hablar con un sabio anciano, arriesgándome a ser encarcelado o asesinado. Pero ni el sabio supo solucionar mi problema. Aun así os agradezco que la hayáis liberado una vez más, me hace feliz saber que ha podido descansar. Podéis quedaros en esta habitación esta noche si queréis, no os cobraré nada.

-Se lo agradecemos ¿Puedo preguntarle algo?-Dijo Fausten.

-Claro, estoy aquí para lo que necesitéis.

-Llegamos hasta aquí de una manera muy peculiar ¿Cree que ese sabio hablaría con nosotros y nos ayudaría?

-Sí, el lo haría, el problema son los muros. Es prácticamente imposible entrar en el distrito de oro y si os descubriesen allí dentro no se qué sería de vosotros. Yo use un viejo sistema de cañerías pero ya ha sido cerrado, siento no poder ayudaros en eso.

-No importa, una última pregunta ¿Por qué se llama así, su posada?

-Cuando mi hija y yo llegamos por primera vez a este lugar no era más que una vieja casa abandonada, ni siquiera tenía muebles. Lo único que había era un guante blanco tirado en el suelo del sótano. A mi hija le pareció peculiar así que decidimos llamar la posada así.

-Que curioso, tal vez algún día descubra de quién fue.

-No es algo que me importe mucho si os soy sincero.

-Le agradecemos su hospitalidad, podría dejarnos descansar, hemos hecho un largo viaje.

-Claro claro, si necesitáis algo estaré en la barra.

Milena empujó a Fausten y a Seldron tirándolos al suelo, después se tumbo en la cama estirándose todo lo que pudo.

-Aaaah, al fin, buenas noches-Dijo recostándose.

-¿Qué crees que estás haciendo? Seldron y yo no cabemos en una cama, además ¿No se supone que tú te separarías de nosotros después de llegar a la ciudad?

-Mejor mañana, ahora estoy demasiado cansada

Fausten suspiró.

-Mañana buscaremos la forma de entrar al distrito dorado y hablar con ese sabio. Y tú hazte a un lado, no pienso dormir en el suelo-Dijo mientras empujaba a Milena y se tumbaba.

-¡Eh! ¡Eeeh! Fuera de aquí.

-A callar

Fausten golpeó con su dedo la frente de Milena, la cual cerró los ojos y cayó rendida en la cama.

-Hasta mañana Seldron.

                                                         

Fausten se quito el yelmo dejando al descubierto su cara, llena de vendas por todas partes, las cuales tapaban todo excepto los ojos.  Se tumbo haciendo a un lado a Milena y apagó la vela con un movimiento de mano. 

Milena by RadiArt

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